Wes Anderson es una de las grandes estrellas de Hollywood gracias a su estética simétrica que tanto ha encantado al mundo junto a una impecable combinación de colores, historias irreverentes y personajes con moral cuestionable que saben encontrar su camino de forma cómica y a través de un cambio que les deja huella para toda la vida. Desde Los excéntricos Tenenbaum hasta Isla de Perros, Anderson ha consolidado su nombre en la historia cinematográfica por su innegable talento.
Sin embargo, sus obras recientes han demostrado un alejamiento de sus guiones inteligentes, abrazando por completo la estética como punto de venta supremo, portándolo, a ojos del público en general, como su gran distintivo artístico, el cual incluso ha sido replicado por tendencias en redes sociales e Inteligencia Artificial. A pesar de aún conseguir nominaciones al Oscar con La Crónica Francesa y Asteroid City, los contenidos de sus historias se han difuminado hasta casi ser un complemento de una experiencia únicamente visual, lejano a la experiencia de realismo mágico que sus primeras obras ofrecían.
Este año, Anderson regresa con una nueva historia, pero ¿será esta una más del montón que sólo destaca por su aclamada estética? ¿Será posible que regrese con una historia contundente y llena de corazón como antes?
Así llega El Esquema Fenicio. Dirigida por Wes Anderson (La Crónica Francesa, Asteroid City), y protagonizada por Benicio del Toro (Sicario, Reptil), Mia Threapleton (Sombras, Los Bucaneros), Michael Cera (Barbie, Sacramento), Riz Ahmed (El Sonido del Metal, Nimona), Tom Hanks (Elvis, Aquí), Bryan Cranston (Isla de Perros, Breaking Bad), Mathieu Amalric (Van Gogh en la Puerta de la Eternidad, Oxígeno), Richard Ayoade (Paddington 2, Soul), Jeffrey Wright (Ficción Americana, The Last of Us), Scarlett Johansson (Viuda Negra, Transformers Uno) y Benedict Cumberbatch (El Poder del Perro, Doctor Strange en el Multiverso de la Locura).

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En esta aventura cómica, seguimos la historia de Zsa-Zsa Korda (Benicio del Toro), un corrupto industrialista y traficante de armas que busca enriquecerse al intentar reformar la infraestructura de Fenicia con esclavos. En el camino, y tras una serie de intentos de asesinato por países extranjeros, intentará reconectar con su hija Liesl (Mia Threapleton) con ayuda de su asistente administrativo Björn (Michael Cera) antes de que su esquema caiga y lo deje en la bancarrota.
El apartado técnico de El Esquema Fenicio destaca por formar parte de la tradición estética de Wes Anderson con sus películas, lo cual implica un uso de colores pasteles brillantes perfectamente combinados para hacer de cada cuadro un festín visual absoluto. El diseño de producción cumple con lo establecido con demás filmes: estética limpia y uniforme, escenarios con aires teatrales, pero complejos y dinámicos, simetría absolutamente cuidada y texturas separables e identificables.

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En el aspecto cinematográfico, la iluminación es excelente, ofreciendo un juego dinámico de luces y sombras que combinan muy bien con las paletas de colores. Por otro lado, existe una combinación de miniaturas prácticas y tomar regulares que crean una gran ilusión de escala.
La música, a cargo de Alexander Desplat, es magnífica. Funciona en el filme como un tema sencillo, simple, pero con tonos cálidos y saben crear tensión y liberarla bajo tonos de comedia. En muchas de las secuencias del filme, Desplat es quien pule y sostiene el ritmo para dotarlo de una dinámica que de otra forma parecería perdida.
El diseño de vestuario, maquillaje, peinado, todo funciona de manera armónica con la producción, creando atmósferas únicas que logran atrapar visualmente. Sin embargo, hasta allí llegan los halagos.

El Esquema Fenicio presenta dos grandes problemas: su guion y sus personajes. El filme se encierra en un círculo de repeticiones situacionales, dividiendo la acción en seis capítulos que comparten la misma estructura narrativa sin agregar ningún tipo de información extra o completamente relevante más allá de un avance administrativo en las políticas del protagonista, lo cual cae en el aburrimiento cuando su presentación no sigue la supuesta temática del género de comedia con la que se presenta el filme en su primera secuencia.
Esta falta de dinámica en la trama afecta por completo a la edición y a las elecciones de encuadres, los cuales se vuelven estáticos y extremadamente simples con escenas de personajes intercambiando palabras mientras la cámara únicamente corta de un lado a otro sin más que agregar, mientras que la edición, en un afán por crear tensión y movimiento, acelera sus cortes hasta crear un ritmo demasiado acelerado, dañando la comprensión los diálogos y creando la ilusión de que la película tiene una urgencia por terminar desde el primer minuto.

En el apartado actoral, Anderson parece abogar por autoparodiarse, pues cada actuación es una imitación robótica de trabajos pasados. Movimientos rígidos, miradas frías, diálogos sin tono, trazos restringidos que asemejan al teatro, y una dolorosa falta de química entre el elenco, crean una experiencia insípida y tediosa, la cual empeora cuando los diálogos son recitados sin ningún tipo carisma, llegando a parecer una imitación del propio trabajo de Wes Anderson en lugar de una obra del propio autor.
Con lo anterior, el ritmo cómico fracasa estrepitosamente. La música crea el borrador perfecto para que el filme ofrezca los remates cómics ideales, pero el problema de la actuación y la edición hacen que cada chiste caiga fuera de gracia, aun cuando el preámbulo de la broma es perfecto. Esta falta de sincronía entre metraje y música pone en evidencia la mala edición del filme, pues varios momentos pasan de situación A hacia B sin previa construcción y con errores de continuidad, dando como resultado una trama floja que no capta la atención.
Al final, El Esquema Fenicio podría ser otra película más de Wes Anderson, pero lo cierto es que agravia problemas que ya eran evidentes con sus dos obras anteriores – La Crónica Francesa y Asteroid City – donde el autor parece más enamorado de su propia creación estética que de contar una verdadera historia como lo hacía en sus inicios. Resulta una obra insípida que destaca por el cuidado de su producción, pero es evidente que, si no hay un cambio en la forma de redactar un guion, el prestigio de Wes Anderson podría comenzar a diluirse y sólo ser un sinónimo de formula sobre sustancia.
7/10
