Como se mencionó en esta columna al reseñar Venom: El Último Baile, Sony cuenta con una necesidad como estudio por mantener una producción constante de películas basadas en los personajes adquiridos de Marvel Entertainment para así mantener el poder sobre sus derechos cinematográficos, lo cual, con el tiempo y en el eventual crecimiento exponencial del éxito del género superheroico bajo el patronato del Universo Cinematográfico de Marvel, se transformó en un constante movimiento mecánico sin ningún tipo de control de calidad, deformando las visiones artísticas de directores y guionistas con tal de crear productos corporativos que excusen movimientos fiscales.

Si bien la última parte de la trilogía de Venom apenas pudo mantener una calidad aceptable y similar a sus entregas anteriores, Madame Web (Dir. S.J. Clarkson, 2024) no corrió con la misma suerte, siendo un claro ejemplo de cómo luce una producción completamente accidentada en cada uno de sus procesos y departamentos, demostrando qué tan descuidado puede ser Sony con tal de sacar un producto al mercado lo más pronto posible: errores de edición por todos lados, cortes descuidados, dirección plana, actuaciones inexistentes, ADR sobrepuesto sin cuidado, efectos especiales poco pulidos, errores de continuidad, guion sin estructura, y mucho, mucho más. Desde ese instante, la atención hacia Kraven, El Cazador se ha mantenido en una sola duda: ¿Podrá Sony hacerlo peor que Madame Web, o esta por fin será una buena película en su universo cinematográfico?

Las respuestas, aunque vagas al ojo público masivo, comenzaban a observarse desde el mismo proceso de producción: la película fue retrasada cuatro veces desde el inicio de las grabaciones a inicios de 2022, con los argumentos del estudio siendo que no querían arriesgar un fracaso en taquilla tras las repercusiones de la pandemia y la necesidad de tiempo con tal de pulir los efectos especiales; en este proceso, se reportó el rodaje de reshoots para diversas escenas, lo cual no es raro para ningún tipo de película en el negocio internacional, pero Sony tiene la fama de agregar, quitar y modificar cuanto sea necesario en esos procesos con tal de salvar el producto en un proceso desesperado, lo cual, finalmente también sucedió con esta película.

A pesar de ello, aún queda esperanza, especialmente con fuertes talentos involucrados en el elenco, por lo que, tras dos años de retraso, finalmente ha llegado el momento de averiguar la respuesta final: ¿Será este el fin del Universo Cinematográfico de Sony o aún hay algo más que pueden ofrecer?

Así llega a las salas de cine Kraven: El Cazador. Dirigida por J. C. Chandor (El Año Más Violento, Triple Frontera), y protagonizada por Aaron Taylor-Johnson (Tren Bala, Tenet), Ariana DeBose (Wish: El Poder de los Deseos, Argylle), Fred Hechinger (La Mujer en la Ventana, Gladiador 2), Alessandro Nivola (Contra Cara, Parque Jurásico 3), Christopher Abbott (Catch-22, La Ley y el Orden: Intento Criminal) y Russell Crowe (Thor: Amor y Trueno, La Momia).

En este filme seguimos la historia de Sergei Kravinoff/Kraven (Aaron Taylor-Johnson), un cazador ruso con poderes animales que decide confrontar al mafioso Aleksei Sytsevich/Rhino luego de que este secuestrara a su hermano menor, Dmitri Smerdyakov (Fred Hechinger). Con la ayuda de la misteriosa Calypso (Ariana DeBose), Kraven deberá superar a los lacayos de Rhino y llegar al fondo de una conspiración que lo pone a él y a su hermano en el ojo del huracán.

El desarrollo de la historia dentro del filme es completamente accidentado a través de un guion lleno de fallas y momentos flojos. La película se presenta a sí misma como un listado de acciones que se van cubriendo una tras otra sin ninguna dirección clara sino hasta la segunda mitad de la película, con el personaje principal vagando por un tiempo lo que se vende como una serie de dilemas morales y éticos que jamás se presentan en conflicto más allá de un par de diálogos.

Como resultado, la película presenta un ritmo un tanto aburrido, dividiendo su historia en dos partes – justo las casi dos horas de su duración –, donde la primera se toma como una historia de origen similar a las hechas en el cine del género de inicios de siglo, con elementos muy vagos y poco interconectados más allá de la casualidad, forzando el avance de los hechos con tal de aterrizar en donde el prólogo las colocó. La segunda parte, sin embargo, es donde la verdadera historia se desenvuelve, supuestamente combinando todos los elementos presentados previamente, pero su dinámica es poco creíble y disfrutable, dando enfrentamientos poco interesantes que no van más allá de ser tomados como una especie de misión secundaria hacia un final claro y obvio.

En este proceso, la presentación de los personajes es completamente simple y sin personalidad, y así se mantiene durante todo el filme, pues el cast, aunque cuenta con grandes estrellas actorales con un gran rango de trabajo, no logra superar el pésimo guion aportado, donde los diálogos son, en su mayoría, completamente expositivos, ofreciendo información de más que la propia historia ya había ofrecido de forma torpemente visual. Los arcos de personajes, en caso de existir, se quedan en el aire, con algunas líneas de diálogo intentando conectarlos entre sí.

Lo anterior afecta todo tipo de calidad actoral, donde Aaron Taylor-Johnson realmente es desperdiciado en todos los sentidos, y lo mismo aplica para todo el cast a su alrededor, quienes se muestran perdidos, desinteresados o completamente fuera de tono. El único miembro que parece disfrutar la experiencia es Alessandro Nivola, cuyo Rhino es de lo más rescatable, aunque sus motivaciones sean completamente simples y la ejecución de su personaje sea floja y anticlimática, especialmente en la recta final del filme.

Los efectos especiales no ayudan a mantener un espectáculo entretenido, pues las secuencias son abrumadas por una ráfaga de pantallas verdes y modelos con poca textura y trabajo de superficies que hace evidente su uso, rompiendo la inmersión de la película y desentonando por completo en comparación con aquellos elementos, y escenarios, que sí forman parte de la escenografía real.

Los demás elementos técnicos, como sonido, música, vestuario, entre otros, funcionan en lo más mínimo, solo como una cuota estándar y obligatoria, lo cual es un milagro considerando como los demás elementos se caen a su alrededor.

Si hablamos de algún elemento positivo, estas son las ideas de la película. Kraven, El Cazador está llena de ideas, conceptos interesantes que podrían haber sido implementados de mejor manera bajo una libertad creativo mucho más amplia, donde el guion fuese una prioridad completa para retratar una historia y no solo un capricho por continuar fabricando productos con la marca Marvel.

Al final, Kraven, El Cazador es la gota que derramó el vaso dentro del fallido experimento que ha sido el Universo Cinematográfico de Sony, donde se han desperdiciado millones de dólares sin poner ni un céntimo en el control de calidad para entregar, mínimo, una experiencia satisfactoriamente entretenida. Se trata de un filme poco interesante, sin ideas propias, confusa en su propia identidad, y que solo está ahí para cumplir con un contrato específico.

Es evidente como toda la película fue pensada para intentar ser salvada durante su postproducción, ignorando todo tipo de principios cinematográficos para cuidar elementos tan básicos como el manejo de encuadres y la narrativa del guion.

5/10

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