Cenicienta es un cuento clásico para el mundo entero. Más allá de su fuerte presencia en el colectivo contemporáneo gracias a su imagen derivada de películas animadas – como el filme de Disney hecho en 1950 – y sus distintas reinterpretaciones culturales, de formato y narrativa en medios Live Action o libros, lo cierto es que esta historia, así como sus arquetipos y tropes, tienen un legado tan antiguo como la mitología griega – con la historia de Ródope – hasta la primera versión literaria del italiano Giambattista Basile en 1634, lo que impregna esta narrativa de resiliencia y superación en el ADN de la tradición narrativa internacional.

Con lo anterior, es seguro argumentar que la mayoría de las personas han visto más que suficientes versiones de esta historia como para identificarla, predecirla y comprenderla bajo contextualizaciones sencillas, por lo que reinventar el cuento de Cenicienta de manera directa representa un reto para los creativos y un desafío para el espectador, quien espera algo diferente, familiar y original.

Tras lo anterior, resulta interesante que la directora noruega Emilie Blichfeldt optara por una reinvención de Cenicienta como su debut en largometrajes, apuntando por una historia alrededor de la sátira, la comedia negra, el body horror y el comentario social, dando como resultado una película que dio mucho de qué hablar durante el . ¿Qué hace realmente diferente esta historia escrita y dirigida por Blichfeldt? ¿Cómo se reinventa una historia tan antigua como la humanidad? ¿Su propuesta aporta un argumento o se trata de una Cenicienta más en el cine?

Así llega La Hermanastra Fea. Dirigida por Emilie Blichfeldt (Stesøstra, How Do You Like My Hair?), y protagonizada por Lea Myren (Jenter, Kids in Crime), Ane Dahl Torp (La Última Hora, Sueños), Thea Sofie Loch Naess (So Long Marianne, Twilight of the Gods), Flor Fagerli (No.24, Power Play), Isac Calmaroth (El Mal, Diario de una Chica Experta en Desastres de Amor) y Malte Myrenberg Gardinger (Jóvenes Altezas, Trolltider).

En este drama satírico noruego, seguimos la historia de Elvira (Lea Myren), una joven soñadora que anhela ser una mujer hermosa. Tras la muerte de su padrastro, y el colapso económico de su madre Rebekka (Ane Dahl Torp), Elvira se enfrentará a sus propias ambiciones, a las normas de la sociedad y a la belleza natural de su hermanastra Agnes (Thea Sofie Loch Naess) para enamorar al Príncipe Julian (Isac Calmroth) y conseguir su final de cuento de hadas.

Lea Myren destaca una grandiosa interpretación como Elvira, donde su personaje experimenta un viaje desde la inocencia y la ignorancia hacia la degradación social y psicológica | Foto: Shudder
Lea Myren destaca una grandiosa interpretación como Elvira, donde su personaje experimenta un viaje desde la inocencia y la ignorancia hacia la degradación social y psicológica | Foto: Shudder

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La fortaleza más grande de La Hermanastra Fea es su guion, el cual sabe perfectamente cuándo y dónde reconstruir el cuento de Cenicienta a través de una recontextualización importante para la historia, pues Blinchfeldt hace que la historia sea consciente del peso de la sociedad en sus hechos.

De esta manera, el colectivo y la escala social de la Europa de los siglos XVIII y XIX forman una parte crucial de la historia, abordando la imposición y la necesidad social para que las mujeres persigan el matrimonio, especialmente con hombres nobles, para asegurar un bienestar económico constante y duradero, y en este camino de ambición sistemáticamente justificada, la belleza se convierte en el pilar y la moneda de cambio central de un contrato social silencioso que rechaza todo tipo de cuerpo, carácter y anhelo que no cumpla con el estándar normalizado.

A partir de esta tesis, Blinchfeldt desarrolla los personajes del cuento clásico con una serie de motivaciones, objetivos y obstáculos que las antagonizan entre sí más allá del paradigma básico que es el bien contra el mal, pues la presión social dictamina las reacciones de los personajes, obligándolos a tomar decisiones extremas con tal de asegurar un futuro – ya sea realista o idealista – en un mundo que las ha segregado en roles específicos a partir de sus cuerpos y no les permite crecer tan fácilmente, pero sí podrá hundirlas en cualquier momento.

Los contrastes entre los personajes de Lea Myren, quien interpreta a Elvira/La Hermanastra Fea, y Thea Sofie Loch Naess, quien interpreta a Agnes/Cenicienta, son interesantes porque no parten desde un punto de envidia física o moral como sucede en otras versiones del cuento, sino que su enemistad nace a partir de sus reacciones ante las dificultades de la vida como mujeres, pues la súbita pérdida de una figura paterna/protectora las embarca a darse cuenta de que deben abrirse paso entre la sociedad lo más pronto posible para no caer ante las presiones económicas, lo que implica dos reacciones diferentes: abandonar todo tipo de idealismo sentimental o abrazarlo por completo para transformar su belleza en una herramienta antes de que sea demasiado tarde.

Esta transformación del compás moral de la historia crea una perspectiva fascinante para el desarrollo de todo el filme, el cual sorprendentemente no cambia los hechos reconocibles y tradicionales de la historia – incluidos los factores mágicos que ahora se vuelven folklóricos y biológicos –, pues Blinchfeldt decide profundizar más en el personaje de Elvira hacia un deterioro de la psicología juvenil ante la presión del canon de belleza de la época, lo que provoca un desenamoramiento del personaje hacia elementos que la vitalizaban – como el arte, pasatiempos y sus propios sueños – y la destrucción de su propia inocencia; por otro lado en Cenicienta aborda un aspecto mucho más gris de la historia, con el personaje tomando reacciones y decisiones cuestionables con base en un sentido básico de la supervivencia.

Thea Sofie Loch Naess entrega una interesante versión de Cenicienta, quien brilla por un interesante contraste en sus motivaciones como personaje, involucrándola por completo en el sistema social que presente el filme | Foto: Shudder
Thea Sofie Loch Naess entrega una interesante versión de Cenicienta, quien brilla por un interesante contraste en sus motivaciones como personaje, involucrándola por completo en el sistema social que presente el filme | Foto: Shudder

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En este panorama, tanto Myren como Loch Naess entregan interpretaciones formidables y llenas de matices. Myren se entrega por completo a una transformación completa a nivel físico y emocional, con un viaje doloroso que no sólo se refleja en el exterior evidente del personaje, sino también en la forma de hablar, comer, observar el mundo y hablar, creando todo un arco que se complementa de manera perfecta al llegar al momento de colapso emocional en el final del filme.

Por su parte, Loch Naess se mantiene al margen de la incredulidad parcial dada la clara necesidad de supervivencia de su personaje, sin embargo, es interesante notar una Ceniciente muchísimo más seria, rígida, fría y calculadora, con una clara ambición en mente que sabe lo que debe obtener y lo que ha de abandonar en el camino.

Ane Dahl Torp, Flor Fagerli e Isac Calmaroth, quienes interpretan a Rebekka/La Madrastra, Alma/la Segunda Hermanastra y el Príncipe Julian respectivamente, no se quedan atrás en lo impecable de sus actuaciones y el gran peso que estos tienen dentro de la recontextualización del cuento.

El guion reconstruye a Rebekka como un personaje condenado por su rol en la sociedad y consciente de este círculo vicioso que siente debe compartir con sus hijas cómo único método pertinente para encontrar una buena vida, lo que la lleva a ser una mujer desesperada, e ilusionada, que reacciona en el mejor interés para sus hijas de acuerdo con lo único que el mundo le permitió ser. Alma, por otro lado, encarna el rechazo a esta vida y la oportunidad comenzar de nuevo; mientras que Julian es un hombre que repite todo lo que ve hacia las mujeres, repitiendo un ciclo sin fin. En estos tres casos, los actores hacen gala de todas sus habilidades para contar más de una historia al mismo tiempo, con el diálogo, la mirada y el lenguaje corporal contándonos diferentes aspectos de sus pensamientos y necesidades al mismo tiempo.

La cinematografía e iluminación del filme destacan por su gran atención al detalle, consiguiendo una excelente atmósfera de claroscuro y bodegones que recuerdan al arte europeo del Siglo XIX | Foto: Shudder
La cinematografía e iluminación del filme destacan por su gran atención al detalle, consiguiendo una excelente atmósfera de claroscuro y bodegones que recuerdan al arte europeo del Siglo XIX | Foto: Shudder

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En cuestión de tono, el filme logra balancear por completo los elementos satíricos, dramáticos y de comedia negra, con una edición destacable que hace cada uno de los cambios se sientan cohesivos dentro de su propia narrativa.

El body horror es excepcional gracias a un gran trabajo de efectos especiales prácticos, lo cual crea un desfile de escenas incómodas y grotescas que no sirven únicamente como un desfile de morbo, sino que están ahí para argumentar sobre el dolor y la asquerosidad del proceso para obtener belleza, con su escena más fuerte siendo un comentario directo sobre el rechazo de esta presión sociocultural y la destrucción que deja detrás.

El arte del filme es espectacular. El diseño de producción y la composición de escenarios cuentan una historia por sí mismos, en especial cuando se le da una gran importancia a la organización de bodegones que incluyen elementos culturales de relevancia – colores, texturas, alimentos, posiciones, etc. –, las cuales tocan temas sobre la vida, la muerte, el abandono, el deseo, pecados, augurios y salvaciones religiosas, creando una atmósfera única que se acerca a un realismo mágico digno de analizarse. La fotografía sustenta este tipo de mensajes y propuestas con tomas que recuerdan a claroscuros europeos con tonos macabros, agresivos y reflexivos.

Al final, La Hermanastra Fea es una excelente reinvención del cuento clásico de Cenicienta, presentando una historia mucho más madura con respecto a los matices de los personajes, antagonizando perspectivas en un contexto social lleno de dificultades que presiona a las protagonistas hacia un colapso aparentemente necesario para sobrevivir. El filme destaca por su crudeza y violencia, las cuales no están ahí como fetiche, sino para contar el argumento principal del filme de una manera mucho más agresiva y retadora, lo suficiente como para obligar la conversación en la audiencia tras la función.

Con excelentes personajes, un gran ritmo en la historia, y un desarrollo artístico con varios ángulos para analizarse, Blinchfeldt brilla por completo en su debut como directora, entregando un filme increíble que suma a un legado milenario.

10/10

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