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La Vida de Chuck

Una adaptación literaria que no deja espacio para aprovechar el potencial del lenguaje cinematográfico.

La Vida de Chuck | Foto: Neon Films

Mike Flanagan, director y escritor estadounidense, se convirtió en uno de los nombres más importantes para el género de horror contemporáneo gracias a su participación en la producción, redacción y dirección de series y películas como La Maldición de Hill House (2018), Misa de Medianoche (2021) y Doctor Sueño (2019), con esta última gozando de un gran reconocimiento al ser secuela de El Resplandor (1980), película clásica de Stanley Kubrick.

Con estos proyectos, Flanagan se caracterizó por construir historias de horror que brillan en la construcción de atmósferas siniestras, con sus narrativas abordando temas específicos representados a través de los monstruos en turno, por lo que la noticia de que estaría a cargo de la cámara y la pluma detrás de La Vida de Chuck fue una sorpresa dentro de la industria.

La historia corta, escrita por Stephen King, narra una perspectiva mucho más humana y reflexiva sobre la vida, con un camino específico y nada sobrenatural para hablar sobre conceptos como la muerte, el tiempo, las pasiones y las decisiones que una persona toma para convertirse en quien es. Resalta la diferencia en tono y tema que representa este proyecto en la carrera de Flanagan, lo cual sirve como un gran punto de partida para verla. ¿Podrá Flanagan continuar demostrando su talento fuera de su zona de confort?

Así llega La Vida de Chuck. Dirigida por Mike Flanagan (El Juego de Gerald, Doctor Sueño) y protagonizada por Tom Hiddleston (Kong: Isla Calavera, Loki), Benjamin Pajak (Honeypot K.K., Past My Bedtime), Chiwetel Ejiofor (Doctor Strange en el Multiverso de la Locura, Bridget Jones: Loca por Él), Karen Gillan (Coctel Explosivo, Guardianes de la Galaxia Vol. 3), Mark Hamill (Star Wars – Episodio IX: El Ascenso de Skywalker, La Máquina), Mia Sara (El Elefante Imposible, Dorothy y las Brujas de Oz), Carl Lumbly (La Cura Maldita, Capitán América: Un Nuevo Mundo) y Nick Offerman (The Last of Us, Misión Imposible: Sentencia Final).

En esta comedia dramática, seguimos la historia de Chuck (Benjamin Pajak/Tom Hiddleston), un niño que crece alrededor de las realidades oscuras de la vida, como la propia muerte, hasta que encuentra confort en el arte y en las pequeñas cosas del mundo, recordándole una sencilla frase que lo marcó para siempre: “Yo contengo multitudes”.

Benjamin Pajak se roba el filme con una interpretación llena de vida a través de una etapa de crecimiento | Foto: Neon Films

El mayor atractivo del filme viene de su estructura narrativa, la cual se establece en tres actos completos y auto conclusivos que se cuentan en sentido inverso, comenzando con el acto 3 y finalizando con el acto 1.

La propuesta no resulta tan atractiva si se llega a comprender directamente la metáfora del tercer acto en el primer intento, pues el misterio detrás de su reflexión le da un impulso importante a la experiencia de los dos actos restantes, los cuales, por sí solos, mantienen una historia funcional, pero que podría fácilmente caer en lo repetitivo tras identificar el propósito de los temas.

El tema central de la historia – el valor de la vida y la apreciación por las pequeñas cosas ante la imposibilidad de evitar pertenecer a la máquina definida como sociedad – se aborda de manera que podría dividir a la audiencia, pues la película opta por romantizar las situaciones que atraviesa el protagonista. Los momentos más oscuros de una vida son representados a través del silencio y la reflexión momentánea, dejando una cicatriz que poco a poco se adapta al desarrollo del personaje, pero no se aborda explícitamente, al menos no como parte verdadera del crecimiento de Chuck, pues existe un elemento constante en el filme que fulmina la mayor parte del propósito de la historia como experiencia cinematográfica: el narrador.

A pesar de tener una breve participación, Tom Hiddleston aprovecha su propio acto para dar vida a un emotivo papel | Foto: Neon Films

La presencia del narrador en el filme es altamente intrusiva, pues es a través de sus palabras donde encontramos las explicaciones sobre la evolución, los sentimientos y el pensamiento de los personajes y la composición del mundo, con muchas de las mejores frases y reflexiones viniendo completamente de la lectura de la misma figura literaria, lo cual liquida cualquier tipo de potencial que el lenguaje cinematográfico pudiera ofrecerle a la historia. La imagen en La Vida de Chuck no es más que un acompañamiento superficial que opta por encuadres, movimientos y representaciones completamente básicas, tanto que uno podría optar por sólo escuchar la película y se entendería cerca del 90% o 95% de la misma.

En el rubro de las actuaciones, Chiwetel Eijofor, Karen Gillan y Mark Hamill son quienes entregan el mejor trabajo en la cinta, con Eijofor y Gillan compartiendo grandes momentos de química en conversaciones que proponen los conflictos y debates más importantes para la película y la audiencia, mientras que Hamill se convierte en la dura voz de la realidad, aterrizando el mensaje del filme dentro de un ambiente mucho más realista que podría sonar pesimista, lo cual termina siendo un nuevo ángulo al tema general de la película, lo suficientemente atractivo como para mantener a flote la conversación.

Chiwetel Ejiofor y Karen Gillan protagonizan su propia historia de amor dentro del filme, la cual se ramifica en una gran variedad de significados e implicaciones | Foto: Neon Films

Benjamin Pajak también entrega un gran trabajo como la versión joven de Chuck, donde nos encontramos con el mayor crecimiento emocional y psicológico para el personaje. Pajak logra personificar la emoción infantil del descubrimiento y la confrontación de ese idealismo ante la cruda realidad, lo cual construye dinámicas interesantes durante el primer acto.

Tom Hiddleston, por su parte, no destaca en el filme. Su papel resulta mínimo e intrascendente en cuanto a lo que aporta como Chuck, relegándose a una serie de reacciones con un peso emocional que no servirían de nada si Pajak no hiciera un gran trabajo construyendo al personaje en su niñez. No cabe duda de que Hiddleston es sólo un punto de venta para el filme.

Basada en una historia de Stephen King, la película nos invita a una breve reflexión sobre la vida y quienes somos a través de ella | Foto: Neon Films

En cuanto a los elementos técnicos, La Vida de Chuck no destaca mucho en cuanto a iluminación, música, diseño de producción, arte, entre otros departamentos, cuya función se limita a ser enteramente funcionales. Esta decisión podría ser una cuestión de estética para mantener al filme aterrizado completamente en un escenario realista.

Al final, La Vida de Chuck es un filme pasajero que puede sacar dos tipos de reacciones: la audiencia puede amarla o pasar completamente indiferente de ella. Su historia, aunque completamente simple y romántica, cuenta con los suficientes puntos de conversación como para crear un impacto en el espectador, pero la manera de presentarlos crea preguntas sobre por qué elegir un formato cinematográfico para la historia, si esta se quedaría por completo el área literaria.

La dirección y redacción de Flanagan es cuestionable, pero no mala, por lo que vale la pena prestarle atención al filme para analizar su trabajo fuera del horror.

7/10

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