Dicen que “a cada capillita le llega su fiestecita”, y hay creyentes que gustan de encomendar su trabajo, su oficio o su profesión a un santo, o al menos que lo proteja porque en el pasado ese personaje también se dedicó a esas tareas.

Algo que caracteriza a la es la cantidad de templos religiosos que se pueden conocer en cada esquina y cada una con una fecha de celebración.

Sin embargo, uno de esos templos, aunque es muy visitado, es poco conocido por resguardar la imagen del patrono de los charros en

Se trata del convento franciscano que se ubica en el Barrio de El Alto, en la calle 14 Oriente y Bulevar 5 de Mayo, en el Centro Histórico de Puebla, el cual tiene una capilla donde yacen los restos incorruptos del beato Fray Sebastián de Aparicio.

El pasado 13 de mayo se cumplieron 500 años de la llegada de los hermanos franciscanos a tierras aztecas, quienes entraron por el Puerto de Veracruz y de ahí se extendieron a diferentes zonas, incluyendo el estado de Puebla.

Entre el grupo de franciscanos estaba fray Sebastián de Aparicio, quien nació el 20 de enero de 1502 en Gudiña, aldea de Galicia, España. A la edad de 31 años desembarcó en el puerto de Veracruz y para 1533 ya estaba en la ciudad de Puebla, cuando la ciudad apenas tenía dos años de fundada.

Fue un hombre que aportó demasiado al avance de los pueblos, ya que introdujo el uso de la rueda y favoreció el transporte construyendo la carretera México-Puebla-Veracruz; así como la carretera Zacatecas-México.

Por esa razón es considerado como protector de conductores, viajeros, agricultores y devotos, pero pocos saben que también es patrono de los charros y de la charrería en México.

Así lo declaró el 6 de noviembre de 2011 el arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinoza durante la misa dominical en la que estuvieron presentes varias asociaciones de charros.

El nombramiento se hizo frente al padre provincial de la Orden de Franciscanos, Andrés Limón y Guillermo Rodríguez, vicepostulador de la causa de canonización.

Fray Sebastián de Aparicio era un gran aficionado a los caballos, antes de ser fraile y ser beato, gustaba de estar cerca de los toros bravos, los derribaba tomándolos con las manos por los cuernos, por ello se le venera como patrono de los charros y su protector.

Por la tarde del 25 de febrero de 1600 un padecimiento en una hernia le atacó y en consecuencia perdió la vida, desde entonces su cuerpo permanece incorrupto y expuesto en una urna con paredes de cristal en el interior del templo franciscano.

Ahí pueden llegar los feligreses y conocerle recostado en la urna, donde también hay un libro en el cual los feligreses comparten los favores recibidos, a fin de continuar con la causa que le permita elevarlo de beato a santo.

A un costado de la capilla, que mantiene en el centro la urna, se encuentra una tienda con varios artículos religiosos que pueden comprar los visitantes, tanto los alusivos al beato como los propios de las órdenes franciscanas.



Si eres de las personas que disfrutan de la arquitectura, puedes contemplar la hermosura de la fachada e interior del convento, con su torre, campanario y muy amplio atrio, que en ocasiones sirve como patio de ceremonias para el colegio aledaño.


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