Cada día son más las mujeres que, impulsadas por la necesidad de mayor flexibilidad laboral o por la búsqueda de una mejor remuneración económica o simplemente porque encontraron inspiración en algún ejemplo de éxito, deciden asumir el riesgo de emprender su propio negocio. En un país donde la población femenina enfrenta desafíos constantes, la capacidad de emprender es una clara muestra del potencial que aún queda por explorar.
Las emprendedoras mexicanas han tenido que mostrar capacidad de resiliencia y creatividad para destacar en diversos sectores que van desde el comercio, donde su participación es predominante, pasando por actividades como la moda, mentoría, educación, restaurantes, alimentación, desarrollo de productos sustentables y cosméticos, solo por mencionar algunos de los más exitosos. Cabe mencionar a las denominadas “Nenis” quienes, a partir de la pandemia de Covid-19, encontraron un importante nicho de mercado en las ventas por internet utilizando únicamente plataformas convencionales como Facebook y WhatsApp. Hoy en día de acuerdo con datos de la Secretaría de Economía, este sector genera ventas diarias de 9.5 millones de pesos, así mismo, los ingresos percibidos por las vendedoras se ubican en niveles de medios a altos en cerca de la mitad de los casos.
De acuerdo con el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) 2023-24, México ocupa el lugar 11 de 49 posiciones, con un total de 16.1 por ciento de mujeres emprendedoras, número que supera a países como EUA y Canadá, pero inferior a otros como Ecuador y Chile que ocupan los primeros lugares de la lista. Estas cifras, particularmente superiores en países latinoamericanos, son evidencia de la respuesta de la fuerza laboral femenina para construir sus propias oportunidades de inserción en los mercados laborales.
Desafortunadamente, a pesar de lo prometedoras que pueden ser estas iniciativas, persisten importantes problemáticas. Según la Radiografía del Emprendimiento en México, publicado por la Asociación de Emprendedores de México (ASEM), el emprendimiento en nuestro país se caracteriza por marcadas brechas de ingreso, esto debido a que las mujeres facturan en promedio solo una tercera parte de lo generado por proyectos netamente masculinos y cerca del 50 por ciento si se le compara con grupos mixtos. Alrededor del 65 por ciento de los emprendimientos femeninos, se inician en negocios en solitario, con mujeres que en más de la mitad de los casos son madres y dividen su tiempo y actividades entre el negocio y el hogar. Por otra parte, es preocupante el hecho que aproximadamente 8 de cada 10 iniciativas se quedan operando en la informalidad, lo que se traduce en mayor vulnerabilidad al no tener acceso a la seguridad social.
Otros desafíos significativos son, el escaso acceso al financiamiento; el desconocimiento de programas de financiamiento público o privado; la falta de capacidad para la gestión de los recursos financieros y humanos; una mayor vulnerabilidad ante la inseguridad y extorsión; una baja adopción de tecnología e inteligencia artificial y la falta de habilidades para el desarrollo de mercadeo en plataformas digitales.
Como sociedad tenemos la obligación de visualizar las necesidades que enfrenta este grupo de ingeniosas y audaces mujeres que han decidido convertir las limitaciones en oportunidades, así mismo, debemos multiplicar esfuerzos dar mayor difusión a los programas existentes y ampliar su alcance. Construir el entramado de herramientas necesario para lograr la consolidación y sostenibilidad de estas empresas conlleva a externalidades positivas en el nivel de empleo, en la disminución de brechas de género, en la mejora de la calidad de vida y, por ende, contribuyen a la construcción de un futuro más próspero y equitativo para todos.