El surgimiento de nuevos materiales, la incursión del uso de plástico en gran parte de los objetos, fueron algunas de las razones por las que los sitios dedicados a la restauración de muñecas de porcelana, cerámica y hasta madera cerraron sus puertas de manera definitiva en Puebla.

Entre una generación de poblanos se guarda en la memoria el Hospital de Muñecas que por más de medio siglo permaneció en la calle 7 Poniente número 111, del Centro Histórico de Puebla.

A ese lugar acudían las familias que gustaba de reparar sus muñecas de colección, ya sea porque le hacía falta retocar el maquillaje del rostro, o porque se había roto un brazo o una pierna, también porque se había maltratado el cabello, o simplemente porque su ropita ya estaba vieja o sucia.

Este Hospital de Muñecas de Puebla abrió sus puertas en 1937 por Don Joaquín Macías Márquez, un estudiante en la Escuela de Bellas Artes de Puebla, quien puso toda su sapiencia en la restauración de bellos objetos de colección.

Fue un negocio próspero, recuerdan los poblanos de antaño, que siguió funcionando de la mano de la esposa de Don Joaquín, la señora Soledad Gil Marín.

En las vitrinas del negocio solían detenerse los curiosos para observar cómo entraban los artículos arruinados y con el paso de las horas o los días podían ver la transformación de los mismos, como si se trataran de regalos nuevos o recién desempacados.

No solo muñecas y bebés se reparaban en este hospital, también podrían repararse payasos, bailarinas de cajas musicales, soldados de cerámica, incluso Niños Dios de madera.

Al morir su fundador, su viuda se hizo cargo del negocio, donde la calidad, entrega, pasión y profesionalismo no demeritó.

Doña Soledad involucró en este oficio a María Macías Gil, una de sus tres hijas, quien al igual que sus padres se entregó a este trabajo que poco a poco comenzó a disminuir porque las muñecas comenzaron a hacerse de plástico.

Telas de diversos colores y estampados, hilos, agujas, resinas, pegamento, tijeras y diversas herramientas lucían en el mostrador donde se podía observar el delicado trabajo de los propietarios para satisfacer a sus clientes.

Al fondo del negocio o en algunos cajones quedaron olvidadas algunas muñecas que sus dueños una vez llevaron para ser reparadas, pero con el paso de los años olvidaron recogerlas.

Así, poco a poco fue disminuyendo la demanda de este tipo de trabajos, por lo que en el primer trimestre del año 2008, después de 71 años de servir a los poblanos, Doña Mary decidió bajar la cortina para siempre y no volver  a abrir su negocio.

En aquel entonces llegó a comentar que las generaciones del “úsese y tírese” provocó que la gente perdiera el interés por reparar lo descompuesto, perdió el valor sentimental de los regalos, desvaloró la importancia de las colecciones, y se inclinó más por lo desechable.

Este fue el último Hospital de Muñecas en Puebla y poco se sabe dónde quedaron todos los objetos que por años ahí permanecieron, artículos con historia, con un pasado y legado familiar.

Actualmente, en redes sociales circulan promociones de talleres para elaboración de muñecas de tela o trapo (como les decían antes).

Dichos talleres son promovidos tanto por autoridades estatales y municipales, como por particulares.

Por ejemplo, el gobierno del estado, a través de los Talleres Artísticos de la Secretaría de Cultura, a principios de junio inició el taller Muñecos de Trapo. Meses atrás, el taller Muñecas de Cartón y Charritos Panzones.

En tanto, la Secretaría para la Igualdad Sustantiva de Género del Ayuntamiento de Puebla, durante la pasada administración impartió el taller para elaborar Muñecas de Tela, como parte de los “trabajos en pro del empoderamiento de las mujeres".

En el caso de particulares, en redes sociales, anuncian talleres y cursos especializados en Doll making y escultura, elaboración de muñecas y accesorios personalizados elaborados a mano, y elaboración de Muñecas nakú, hechas con bordados indígenas, una tradición de la Sierra Norte de Puebla.

De acuerdo con el libro “Historia Compendiada del Estado de Puebla”, de Enrique Cordero y Torres, la manufactura de las muñecas de trapo en la ciudad de Puebla inicia a principios del siglo XIX.

En los hogares convertidos en talleres de costura se acumulaban retazos de tela, en tal cantidad, que era una lástima no aprovecharlos. De algunos de esos talleres familiares, salieron las primeras muñecas de trapo, hechas con toda clase de telas, el objeto era aprovechar ese retacerío.

Esas muñecas vestían a la usanza de la época, trajes adornados con encajes, calzaban botín y se aderezaban con collares y pulseras de chaquira.

La Emperatriz Carlota en su visita a la ciudad de Puebla, entre los obsequios, recibió una muñeca de trapo de metro y medio, muy bien hecha y primorosamente vestida a la usanza francesa de la corte de Luis XV, ataviada con pequeñas joyas. La Emperatriz quedó admirada de la obra, mandándola de regalo a Eugenia de Montijo, esposa del Emperador Napoleón III.

Cada vez se fueron especializando, entonces hubo muñecas vestidas de inditas, chinas poblanas, tehuanas, jarochas, etcétera, su precio por los años de 1900 a 1905, era de diez a quince centavos; para el año 1965, se adquirían alrededor de dos pesos o más, en El Parián y en El Mercado La Victoria.

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