Ya sean solas o rellenas, las tortas de agua son las predilectas de los poblanos y de los paladares que llegan de otros lugares y las saborean por primera vez.

No hay una fecha exacta que dé cuenta del origen de esta pieza de pan, de la cual se menciona que tuvo su origen en Puebla durante los inicios de 1900, cuando en la Ciudad de los Ángeles se adoptaban algunas costumbres francesas.

Ángel Vélez, panadero en El Hornito de San Francisco, en entrevista con El Universal Puebla, compartió que la torta de agua se elabora desde 1965 en este sitio, donde a la fecha continúan con la tradición y repartiendo en diferentes puntos de la ciudad.

Explicó que es difícil que panaderías industrializadas elaboren este pan, ya que su tratamiento es cien por ciento natural, y en las panaderías de supermercados les es más redituable vender torta de manteca.

Sobre las tablas del amasijo que se ubica en la calle 14 Oriente número 1011, barrio de El Alto, cerca de siete panaderos alistan la materia prima para la torta de agua: harina, levadura, sal, un poco de azúcar y agua.

Ángel Vélez relató que todos los ingredientes de mezclan y se baten con las manos hasta lograr una masa blanca, de la cual forman pequeñas pelotas. A esa parte se le llama “bolear”.

Con la ayuda de un palote las marcan a la mitad para que se formen dos gajos y las dejan reposar durante un tiempo para que la levadura haga su magia.

En temporada de frío -dijo- tarda un poco en que la levadura fermente y se duplique el tamaño del pan, pero una vez que lo consiguen meten al horno de ladrillo cada una de las piezas.

Al salir del horno nos encontramos con una pieza crujiente, un tanto correosa y fibrosa, consistencia ideal para soportar cualquier tipo de relleno que se desee.

Fernando González, hombre de 75 años de edad y vecino de Analco, recordó que cuando ahorraba sus domingos, en su escuela primaria Emiliano Zapata, podía comprarse una torta rellena de queso blanco con aguacate criollo y chipotle en piloncillo.

También disfrutaban de una torta de agua con la tapa superior embarrada de frijoles refritos y en la tapa de abajo, mayonesa. Como relleno iban dos rebanadas de queso de puerco, jitomate, quesillo y rajas verdes en escabeche.

Hoy sigue acudiendo al Hornito de San Francisco para comprarlas y remojar un gajo de torta de agua en su caldo de pollo o en su taza de chocolate caliente.

La consistencia del pan es una ventaja sobre otro tipo de tortas que se venden en otras panaderías, donde ofrecen teleras, chapatas, bolillos, baguet o birote, pero en lugar de agua les ponen leche, huevo y manteca.

Además, en los hornitos o tiendas de la esquina se venden a 1.50 pesos, más baratas que otras piezas de pan, tal vez por eso es que desde un inicio consideraron este pan era ideal para acompañar la comida de las personas con menor poder adquisitivo.

Pero esa teoría quedó en el pasado, pues existen reconocidos restaurantes en Puebla donde sirven a los comensales pequeñas piezas de torta de agua, crema agria y salsa verde o roja para botanear mientras llegan sus viandas.

Sea para pobres o ricos, haga la prueba y “chopee” un gajo de torta de agua en su comida o bebida caliente, o mejor aún, pártala por la mitad y rellénela de su guiso predilecto, solo así comprobará el sabor y resistencia de las tortas de agua.

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