Todo el día sale y entra gente atraída por el olor de la molienda, la levadura y la mantequilla. Es el Hornito de San Francisco, famoso por tener de las mejores tortas de agua y cocoles de panela, en todo Puebla.

Ángel Vélez recuerda su infancia en las calles donde nació la historia de la ciudad. Su padre heredó un espacio, una bóveda del ex convento de San Francisco, donde desde hace 55 años hornea pan.

Casa Aguayo, dice, era una vecindad enorme. A su alrededor también había viviendas comunitarias. Por eso es que el mercado de El Alto era en los sesentas un lugar muy concurrido;  hoy luce semi vacío.

“Ahora se ha transformado demasiado por la llegada de los gobernadores, pues mucha gente se ha ido de acá, pero pues la tradición aquí sigue todavía”.

En ese tiempo cuenta que otros dos panaderos se colocaban alrededor del mercado para ofrecer sus creaciones y todos vendían bien desde el amanecer.

A las 6 de la mañana comenzaban a preparar la harina para moldear las piezas y cocinarlas en aquél gran horno de piedra que conserva esta panadería de la avenida 14 Oriente. Tal vez, esa sea el secreto del inigualable sabor que caracteriza a cada pan.

Esta panadería con historia alimentó en aquellos tiempos a niñas y niños desamparados.

“(Mi padre) llegó aquí por parte de un señor que se llamaba Ignacio Huerta. Él fue el que le ofreció el horno hace tantos años y él fue el que nos dio el horno, y nosotros le dábamos el pan porque él lo donaba a los huérfanos. Nosotros lo pagábamos como renta y él lo donaba a los huérfanos”, narra mientras en el horno se esponjan los bizcochos.

Hoy, Ángel se hace cargo del negocio y quiere preservar no sólo su herencia, sino el sabor a tradición y la melancolía que cada uno de sus compradores valora al consumir sus panes.

El Hornito de San Francisco se ha adaptado a los cambios.

“A lo largo de los años se ha tenido que modificar de muchas maneras, o sea, antes se trabajaba mucho, se trabajaba demasiado. Yo me acuerdo que se trabajaba desde las 6 de la mañana o antes y se paraba hasta las seis o siete de la noche y era de repartir pan de tienda en tienda y ahora no”.

Con la pandemia vino también el aumento en el costo de los insumos que emplea para hacer el pan, pero eso tampoco lo ha detenido.

“Ahora, como está la situación, ahí la vamos llevando porque ahorita como todo ha subido pues el cambio es peor tantito, en lugar de ir mejorando, vamos empeorando, pero ahí la vamos llevando”.

Porque no importa cuántas tragedias humanitarias vengan, siempre hará falta un pan.

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