En Puebla existe el cuerpo incorrupto de un beato que atrae a cientos de fieles en busca de milagros. ¿Quién es este enigmático personaje y por qué sus restos descansan en esta ciudad? Aquí te lo contamos.

En el templo San Francisco de Asís en la capital del estado, se encuentra el cuerpo incorrupto del Beato Fray Sebastián de Aparicio, del quien se dice fue el creador de numerosas carreteras y caminos, que a día de hoy permanecen en servicio.

No obstante, lo asombroso de este personaje radica en que a pesar de que falleció hace más de 400 años, su cadáver aún permanece intacto.

Su cuerpo, que no está embalsamado, apareció incorrupto en todas las ocasiones en las que se le exhumó. Además, en el templo se puede apreciar más de 900 milagros que ha realizado este beato. Su beatificación fue en 1789 por el Papa Pío VI y aún se mantiene en el nivel de Beato. Actualmente, se encuentra en un féretro de plata construido con todos los milagros que le han otorgado y sólo espera su santificación.

Actualmente, es conocido como el patrono de los conductores, es por eso que frailes Franciscanos del Convento de las Cinco Llagas de San Francisco, llevan a cabo bendiciones de los automóviles, las motocicletas, las bicicletas y todo tipo de vehículos en honor al Beato Sebastián de Aparicio.

¿Quién fue Fray Sebastián de Aparicio?

Sebastián de Aparicio Prado era un español que nació el 20 de enero de 1502 en un municipio de La Gudiña, ubicado en Galicia, España. De acuerdo con su biografía eclesiástica, éste era hijo de una familia de campesinos, quien durante su juventud aprendió habilidades útiles especialmente en la creación de caminos y carretas.

A la edad de 31 años, Sebastián de Aparicio se embarcó rumbo a la Nueva España, donde vivió el resto de su vida. Desembarcó en el puerto de Veracruz y se dirigió a la recién fundada Puebla de los Ángeles, donde se necesitaba de sus habilidades.


Sin embargo, nunca se imaginó que se convirtiera en un personaje bastante importante durante esa época, pues ayudó a trazar los caminos entre Veracruz y la ciudad de México, así como los primeros caminos de Guanajuato a Zacatecas.

Sebastián de Aparicio también se dedicó a la cría de ganado, razón por la que también es conocido como el primer charro de América Latina.

En 1574, a la edad 72 años, Aparicio fue aceptado como novicio franciscano y destinado al convento de San Francisco en la ciudad de México. Un año después, el 13 de junio de 1575, hizo los votos y entró como fraile en la Orden Franciscana.

Su primer destino fue el convento de Santiago de Tecali, donde se le encomendó la misión de limosnero, lo que le permitió recorrer muchas ciudades de la zona en busca de donaciones para el mantenimiento de la orden.

Allí vivió los últimos años de su vida hasta el 25 de febrero de 1600, cuando, a la edad de 98 años, falleció acompañado de algunos religiosos de la orden. Se dice que su entierro fue en Puebla de los Ángeles, donde asistieron cientos de personas.

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