Barack Obama, 2008. Una fecha que marca el inicio de todo. La elección presidencial de 2008 en Estados Unidos se recuerda por la innovación en el ámbito de las campañas políticas, un enfoque revolucionario: en el uso de las redes sociales, particularmente Facebook. La campaña de Obama supo entender el poder de las redes sociales para movilizar a su electorado, consiguiendo llegar a un público amplio y diverso, especialmente entre los jóvenes y las minorías étnicas.

La presencia de Obama en Facebook fue pionera en el ámbito político. En su estrategia, fue clave la capacidad de Facebook para segmentar audiencias y facilitar la interacción directa, lo que permitió a Obama llegar a votantes específicos en áreas clave, maximizando su alcance y efectividad. ¿Cómo lo hizo? Utilizando la red para organizar eventos, reclutar voluntarios y coordinar actividades de campaña.

Como se sabe, el año 2024 se presenta como un momento crucial para la democracia en el mundo, con miles de millones de personas ejerciendo su derecho al voto y determinando el rumbo de la política global en los años venideros, México y Estados Unidos, incluidos. Y claro, las redes sociales, ha ocurrido desde aquel 2008, vuelven a ser factor clave. ¿Por qué?

En primer lugar, las nuevas tecnologías permiten a los candidatos llegar a su audiencia objetivo a un costo considerablemente menor que los anuncios televisivos o de radio. Plataformas como las redes sociales, los sitios web y las aplicaciones móviles ofrecen opciones de publicidad segmentada, lo que permite a los candidatos dirigirse de manera precisa a grupos específicos de votantes sin necesidad de una gran inversión económica.

Además, estas tecnologías ofrecen un alcance mucho mayor que los medios tradicionales. Con la penetración global de Internet, y el uso generalizado de dispositivos móviles, los candidatos pueden llegar a un público mucho más amplio y diverso en todo el mundo.

Otra ventaja clave es la capacidad de medir y analizar los resultados en tiempo real. Las plataformas digitales proporcionan métricas detalladas sobre el rendimiento de los anuncios, el compromiso del usuario y otros indicadores fundamentales, lo que permite a los candidatos ajustar sus estrategias de manera rápida y efectiva según las necesidades cambiantes de la campaña.

Son muchas las formas que se emplean en campañas políticas para influir en la opinión pública. Algunas más moralmente aceptables que otras. En este contexto, destaca una: el astroturfing. Con esta práctica se aparenta que un candidato, u opinión, cuenta con un gran apoyo popular, cuando en realidad es una campaña comunicativa completamente diseñada.

¿Y cómo se simula este respaldo popular para intentar manipular la opinión pública? Algunos de los métodos utilizados, por ejemplo, son la creación de cuentas falsas (bots); el uso de comentarios y reseñas falsas para manipular la percepción general; la organización de protestas o eventos falsos para generar cobertura mediática, y crear la ilusión de un apoyo popular genuino; o la propagación de agendas específicas.

Y dada la vital importancia, que tiene en el resultado de unas elecciones, la estrategia de comunicación digital, la última pregunta a responder es: ¿cuánto dinero se gastan Joe Biden, Xóchitl Gálvez, Pedro Sánchez, Claudia Sheinbaum o Donald Trump en sus campañas en redes sociales? La contestación es sencilla: millones, muchos millones. Sólo un dato. Según el Portal de Fiscalización del Instituto Nacional Electoral (INE), en el primer mes de la precampaña, insisto únicamente durante el primer mes, Claudia Sheinbaum destinó a este tipo de estrategia más de 3.5 millones, mientras que Xóchitl Gálvez, invirtió casi 14 millones en comunicación en redes sociales.

Lo último que les comento. El dinero no les asegura a los políticos éxito ni impacto. Las redes sociales son complejas en su funcionamiento. Y son muchos los políticos, y sus jefes de comunicación, que me he encontrado en diferentes elecciones en varios lugares del mundo, que pensaban que con sólo publicar iban a llegar a muchos votantes. Y la realidad es muy diferente: para impactar hay que tener mucho conocimiento en estrategia digital y experiencia en los algoritmos de las diferentes redes sociales.

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